Reescritura del texto de Julio Cortázar “Uno de tantos días de Saignon”. Este texto, según las propias palabras de Cortázar, es “una especie de diario de un día de vida en mi aldea provenzal de Saignon”. Está incluido en el libro Último Round (1969), segundo de los libros-almanaques y libros-collages publicados por este escritor. Respetando el espíritu experimental de un texto que cuenta con diferentes dimensiones, “Un día cualquiera en Saignon” se completa mediante hipervínculos que tienen la particularidad de activarse sólo en los horarios indicados (hora de Saignon, Francia).
Desayuno té de jazmín con pain aux herbes mientras leo un libro de poemas de Gary Snyder. Apoyo mi taza sobre un ejemplar del diary de John Cage, How to Improve the World (You Will Only Make Matters Worse), mientras mi axolote observa las piedras calizas del oligoceno paleógeno a través de la ventana. Entre las margaritas de mis canteros de flores, escucho el canto de las cigarras. De esas cigarras que se pasan décadas viviendo como parásitos subterráneos y salen sólo para cantar, aparearse y para morir en un sólo día.
Pasan a visitarme
Simone de Beauvoir y René Char. Han subido andando por el sendero que conduce
al pueblo. Hablamos de existencialismo lingüístico y de la resistencia
protopoética. Cuando se van, ella me saluda dándome cuatro besos en las
mejillas. Pero no izquierda- derecha, izquierda-derecha sino
izquierda-izquierda, derecha-derecha.
Me dirijo a la huerta y
cojo unos tomates pensando en la epifanía lírica del mundo natural.
Hablo por Skype con
Rosa de Luxemburgo. Reflexionamos juntos sobre la dialéctica de la
espontaneidad y la organización. Ella dice que la libertad es siempre la libertad
de los disidentes. Yo le recuerdo que el mundo de los felices es muy distinto
al mundo de los infelices.
Pero la conexión está
muy entrecortada y puede que sea porque se está largando
a llover.
Escribo en mi ordenador un poema en el que cada palabra empieza con una letra sucesiva del alfabeto:
“Ay,
Bellas Cabezas De Elefantes,
Frentes
Grandes, Hermosas,
Ingentes
Jilgueros, Letárgicas Mangostas
No
Os Preguntaré Qué Representa
Sentir
Tanta Unión Verdadera:
Xilofones
Y Zapallos.”
Pero no me gusta mucho cómo me ha salido, así que lo borro.
Almuerzo en el jardín
una ensalada de tomates recién cortados de mi huerta. En eso estoy cuando soy
atacado por un montón de avispas africanas. Entonces, recuerdo que una vez, en
la Isla Negra, Pablo Neruda me había contado que las avispas, al igual que los
toros, son atraídas especialmente por el color rojo.
Dejo abandonado mi
plato y entro en la casa buscando refugio. Escribo un poema sobre las avispas
pero no me convence mucho. Así que lo borro.
Por milésima vez, leo Ubu Roi. En especial, el párrafo que refiere a la machine à décerveler. El nuevo rey quiere destruir a todos los personajes ricos a fin de apoderarse él mismo de todos sus bienes. La máquina de destruir cerebros trabaja sin cesar y cuanto más la utiliza Ubu, más rico deviene.
Me vienen a visitar Jacques
Lacan, Salvador Dalí y el Che Guevara. Llegan montados en un Citroën «Déesse» verde metalizado igualito al que
usaba el General De Gaulle.
Hablamos sobre la
dicotomía civilización-barbarie mientras bebemos crème de cassis:
- Le grand récit
de la modernité a été marqué par une opposition irrésolue entre la civilisation
moderne et la barbarie -comento.
- Peut-être.
Mais ce que je cherche dans la parole, c'est plus que tout la réponse de
l'autre – dice Lacan.
- La intel·ligència
sense ambició és com un ocell sense ales –indica Dalí.
- El verdadero
revolucionario es guiado por un fuerte sentimiento de amor –concluye el Che.
Finalmente se van, no sin antes haber bailado todos juntos una mazurka.
Hablo por Skype con Octavio Paz, desde Nepal. Él me cuenta acerca de un jefe de los monos capaz de volar, de saltar de la India al Ceylán en un solo movimiento, de coger entre sus garras a todas las nubes del cielo. Es el mono gramático Hanuman, que aparece en el Ramayana. Mientras veo el rostro de Paz gesticular en la pantalla, puedo escuchar a lo lejos letanías budistas del atardecer.
Hora de darle de comer
a mi axolote. Le doy de comer tres veces al día, una pelota de gusanos vivos,
cada vez. A veces, pienso que va a comenzar a crecer y crecer, de manera de
volverse un monstruo de una kaijū eiga (las películas japonesas de sci-fi
que incluyen monstruos).
Por cierto, una vez en
Tokio me encontré con Nathalie Sarraute y fuimos juntos al cine, pero no vimos
una película de monstruos sino una de la Nūberu bāgu (la Nouvelle
vague japonesa).
Voy al chino a comprar un gato de la suerte y, de regreso, me
encuentro con el fantasma de Gertrude Stein en el medio del sendero. Ella me
dice que una rosa es una rosa es una rosa.
También me dice:
-I´m afraid that
my experimental writings are becoming almost incomprehensible, both for
Americans and French readers.
- "Schriftsteller
müssen zwei Länder haben, eins, wohin sie gehören, und eins, in dem sie
wirklich leben.“–le digo yo.
Ella está por
contestarme, pero justo en ese momento llega André Masson y se la lleva al
pueblo a comprar caramelos de bergamota.
Miro el reloj. Por un extraño motivo, son de nuevo las 11:30 de la mañana. Pero cosas más extrañas se han visto.
Me pongo a pintar un
cuadro: un dripping. Me acuerdo cuando me presentaron a Jackson Pollock en una
gala del Met. Él tenía el tatuaje en su antebrazo que decía “Wyoming” y juraba
y rejuraba que el día anterior no lo tenía y que no se acordaba de haberse
hecho nunca un tatuaje.
Pinto mi propio
dripping y queda bastante bien. Creo que se lo regalaré a Cabrera Infante
cuando lo visite en este verano, en su casa de Plymouth, para que lo coloque
arriba del Cocotaxi a escala.
Hora de mis ejercicios de yoga vedanta. Hago una antena con los dedos de la mano derecha y bloqueo mi fosa nasal derecha con el pulgar. Respiro larga y profundamente por el lado izquierdo por 3 minutos. Inhalo y mantengo la respiración por 10 segundos. Luego, repito el primer ejercicio, pero utilizando la mano izquierda y respiro por el lado derecho. Así, cinco veces de cada lado.
Ya ha salido la luna. Está prácticamente llena. La lune est ronde, la lune est belle, la lune est blonde. Mientras la luz lunar baña las copas de los árboles, escucho a lo lejos el berreo de los ciervos rojos apareándose.
Me voy a dormir. Sueño
que le escribo una carta a un Primer Ministro pero que, en lugar de la carta,
meto dentro del sobre una araña. Me despierto sobresaltado. Voy hacia la sala y
enciendo mi viejo electrofono y pongo un disco de pasta de Edith Piaf a todo
volumen. La voz del gorrión de París sale por las ventanas de la casa e inunda
la meseta de Valensole, cubierta de almendras y de lavandas:
« C'est
payé, balayé, oublié….je me fous du passé! »